(Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea ideológica del Partido del Trabajo.)
En la política mexicana, algunos discursos no se construyen para aclarar la verdad, sino para diluirla entre fechas, actores y declaraciones calculadas. El reciente alegato del senador Adán Augusto López Hernández ante las acusaciones que le señalan por haber nombrado como secretario de seguridad a una figura con presuntos vínculos con el crimen organizado, es un ejemplo de manual de cómo escabullir responsabilidades sin negarlas de frente.
Desde el primer momento, López Hernández inicia su defensa atacando: «Mienten con contumacia». Una frase que suena contundente, pero que en realidad no niega el fondo de la acusación. Lo que hace es corregir un detalle: la fecha en que nombró al funcionario Hernán Bermúdez. En otras palabras, desacredita la exactitud de los hechos, no su naturaleza. Así, desvía la discusión del “qué” al “cuándo”.
Después, despliega una jugada política conocida: repartir culpas. Afirma que las decisiones de seguridad se tomaban de manera colegiada, con la participación de la Secretaría de la Defensa Nacional, la Marina, la Guardia Nacional, la Fiscalía General de la República y autoridades estatales. Entre líneas, lanza un mensaje claro: si me acusan a mí, también deben acusar a todos los que estaban sentados a las seis de la mañana en la misma mesa. Un movimiento que no limpia su imagen, pero sí complica que alguien lo señale sin tocar a actores de alto nivel.
Más adelante, utiliza otro recurso: involucrar a un personaje intocable. Relata que cuando surgieron las filtraciones de Guacamaya Leaks, él ya no gobernaba Tabasco y era secretario de Gobernación por invitación de “el mejor presidente de la historia moderna de este país”: Andrés Manuel López Obrador. Con esto, deja implícito que, si hubo una omisión, ésta también alcanzaría al presidente que lo puso en ese cargo.
Finalmente, cierra con una advertencia disfrazada de compromiso legal: si las autoridades lo requieren, compartirá información que conoce, siempre cuidando la “secrecía” de las investigaciones. La frase, en tono popular, equivale a decir: ustedes sabrán si quieren abrir esa caja de Pandora. Es una amenaza sutil, pero efectiva, dirigida al sistema en su conjunto.
Este discurso no es solo una defensa, es un ejemplo de estrategia política para sobrevivir a una crisis:
- Minimizar la acusación enfocándose en un error menor de la narrativa, sin tocar el fondo del asunto.
- Diluir responsabilidades repartiendo la carga a tantos actores como sea posible, incluidos los de más alto rango.
- Protegerse con una amenaza velada que ponga en duda si el costo de seguir investigando valdrá la pena para los demás.
Adán Augusto no despeja las dudas; las multiplica. Y en esa niebla, el mensaje es claro: no se trata de esclarecer, sino de demostrar que, si él cae, no caerá solo.
Ahí se los dejo para su análisis.
enlace del discurso de AALH.
(AC/AM)