Emilio Benavides Osorio, in memoriam
Aquí está la fotografía. Click. Supongo que pasaba de las nueve de la noche. Imposible
adivinar la estación, el mes del año. Olivia, que suele ser friolenta, a la izquierda, porta una
blusa sin mangas. Leticia a la derecha, casi cerrando el semicírculo, lleva una gorra otoñal y
un chal sobre los hombros. ¿Un cambio climático de un extremo a otro de la curvatura que
formamos, de pie y sentados afuera del solitario bar del Inglaterra?
La luz en la fotografía no es muy buena. Privan oscuros y sepias. Posee en sí un aire de
nostalgia. Y fue tomada con una desas monstruosidades invade-intimidad, llamada teléfono
móvil. ¿Quién la tomó? Quién sabe. Entre los que posamos no parece faltar nadie. ¡Qué
aseveración terrible!, si se piensa.
Es una foto casual, producto del azar que reúne sin motivo a un pequeño grupo en un sitio,
en una felicidad volátil. Fulano no es amigo de mengana. Zutana no conoce bien a
Perengano. Pero están ahí. Juntos. Sonrientes. Seguros de que el rectángulo va a entregarles
algo mañana, alguna vez. Seguros de que ellos han entregado al lente algo privado para que
lo guarde, aunque cuando vuelvan a mirar la foto, no sepan qué fue.
En la vida, en mi generación, todos tuvimos algunas fotos así, nunca muchas, nunca más de
una decena, y exagero. Y servían para algo. Tal vez para descansar, pienso ahora, cuando los
recuerdos nos pesaban demasiado. Es que uno podía volver a aquel momento y tomar, de
prisa, su lugar en el grupo. “Hazte un poco al centro”. Sonreír.
En aquellos años no pululaban las cámaras fotográficas. Hoy son más las camaritas falsas
que los fotógrafos. En realidad ya nadie es fotógrafo aunque todos te amenazan con serlo.
(La fotografía digital no existe por la sencilla razón de que si no hay accidente, no hay arte).
Aquí está la foto. Click. Estamos en el bar al aire libre del Inglaterra, a nuestras espaldas se ve
la plaza, una parte del decadente Globito. Tras Olivia estoy yo, también sentado. Detrás de
mí, Valentín, pero Gaby, que lo sigue también de pie, adelanta el torso y pone una mano en
mi hombro mientras pasa su otro brazo por la cintura de Carlos Sens. (¿Pensará Gaby que
juventud que abraza dos viejos toca la eternidad?) Debajo de éste, sentada, está María,
esposa de Valentín. A la derecha de Carlos, que la abraza, está de pie Diana y sentada,
Leticia Lira. Cerrando el semicírculo también en silla, su esposo: Emilio Benavides Osorio.
Luce despeinado como casi siempre y brillan los cristales de sus anteojos. Sonrisa tímida.
Es posible que en la mesa de al lado esté sentada la muerte pero quedó fuera de foco.
Aquí está la foto. La hice ampliar, imprimir, la coloqué en un marco. Foto que no se imprime
ni existe ni es foto. (Yo soy mi foto). De aquel instante fuera del Inglaterra, click, pasó casi
una década. Tengo una última foto con Emilio y otro grupo. Ahí Emilio está a disgusto y yo
no estoy a gusto. Hay una incomodidad que barre con vieja escoba la superficie de la
fotografía. Un tobillo torcido bajo la silla. Un espasmo muscular malcontenido, un dolor de
muela, una lengua mordida por una dentadura mal ajustada mientras Click. Espé… Mierda.
¿Qué haremos contigo, Emilio, si ya nada podremos hacer contigo? Reirías conmigo si te
dijera que has sido un artista de a de veras. Hombre de múltiples lecturas, de gran sentido
del humor; ágil, inteligente, ácido, siempre crítico… y siempre-siempre alineado del lado
donde el futuro político de tu sufrido país a güevo que florecerá.
Apostaste tu vida a algo que no existía: el teatro tampiqueño. Y lo fuiste creando, a
cuentagotas si quieres, como todo en el puerto. Te costó mucho, y años y años, pero,
austero siempre, nunca pediste nada a nadie.
Y fuiste el primero y hasta ahora el único que se la jugó completo en un ambiente, el
porteño, donde la única moneda de cambio era, es, la pedantería, la frivolidad, la avaricia.
Sin aspavientos, sin poses fatuas de fútiles estatuas futuras… sólo leyendo, entendiendo.
Pensando. Amando, sí, amando… -cualquier cosa que signifique tan complicada palabra.
Bienaventurado seas Emilio Benavides Osorio…
Bienaventurados nosotros, quienes te conocimos y reconocimos en ti la dignidad del artista
verdadero.
Quienes fuimos convocados por el azar para aparecer, click, en esta foto. Aquí está.
Estamos. Click.
