Todo lo que se ignora, se desprecia
Antonio Machado.
La cámara se detiene en los brazos impresionantes de Carlos Alcaraz quien parece bien saber el impacto visual de sus extremidades en las multitudes. No por nada usa camisetas desmangadas, lo cual molesta a muchos por aquello de la elegancia perdida del deporte blanco. A él no parece importarle porque sabe bien dónde está su potencial y es en su juego. Frente a él, en la semifinal, Novak Djokovik, considerado entre los mejores jugadores de la historia, sucumbió en la cancha neoyorquina. Aunque el mismo serbio admitió no fue su rival, sino su propia edad la que lo derrotó. 38 años uuff. Para muchos todavía joven, pero ya no para enfrentarse a los veinteañeros.
En la esperada final, dos jóvenes estrellas del tenis compitieron este domingo por la copa del Abierto de Estados Unidos. Antes las mujeres habían disputado el título sin tanta publicidad, pero con un tenis excelente. En la final de hombres, hasta el mandatario del país anfitrión llegó a ver a los calificados como el uno y dos, en el acreditado torneo. Alcaraz y Sinner iban tras la copa, pero por supuesto también por los 5 millones de dólares en juego para el campeón. La friolera de 100 millones de pesos ganados en unas horas, algo que la mayoría de los mortales ni en sueños los veremos juntos. Además de las ganancias en patrocinios de joyas, ropita y demás. No podemos olvidar cómo el tenis se ha convertido en un negocio millonario para muchos, no sólo para los tenistas. Y luego está el codiciado número uno, otro simbólico galardón disputado el domingo. Carlitos se lo llevó de calle, dirían en mi pueblo. Con su camiseta rosa y los brazos hercúleos al descubierto, Alcaraz no batalló para subir al número uno y sentirse el rey por supuesto. Mientras tanto ya se anuncia a Sinner preparando la revancha. El negocio continúa.
Las redes, convertidas en un oráculo para las mayorías, se han llenado de comentarios e imágenes del torneo, incluyendo a los invitados, políticos y celebridades que pagaron sumas estratosféricas para presenciar los partidos. Todo en el “Gran Slam” mueve dinero. Por eso asiste la “creme de la creme”, hasta los glamorosos miembros de las monarquías algunas veces. Los altos ejecutivos de las grandes empresas internacionales no podían faltar en las primeras filas para mostrarse entre las élites. Aunque anden ahora tan devaluados socialmente por sus desatinos, entre ellos robarle a un niño una pelota en las gradas. ¡Qué cosa! Las empresas en manos de ladrones. Este mundo “alrevesado” diría el maravilloso cuento del escritor judío.
Y siguiendo con las redes y sus tentáculos infinitos, en los últimos días también pudimos ver el escándalo de una “influencer” española quien sin pena alguna afirmó que la lectura no te hace mejor persona y si no lees no pasa nada. Uff. Bella y desinhibida, con ese desparpajo dado por la ignorancia y la soberbia de saberse en el Olimpo de los tres millones de seguidores, la dichosa influencer, de nombre María causó revuelo con sus comentarios provocando miles de reacciones a sus dichos. Y bueno, la historia nos muestra en efecto a muchos lectores malas personas, sobre todo entre los poderosos. Luego entonces, no es que la lectura haga siempre mejores personas, pero debe saber doña María y todos quienes creen en sus dichos, que la lectura ha sido un factor indiscutible de transformación social. Sin libros, lo humano no tendría referentes, no habría manera de reconocer los claroscuros de una historia común. No pasa nada sino leemos dice bien María, pero si leemos pasa mucho, demasiado. La buena lectura nos sensibiliza hacia lo esencial, nos hace reconocer la diversidad del mundo, nos permite entrar en la profundidad de nuestras conciencias, viajar sin movernos, vivir muchas vidas, ampliar nuestro vocabulario, aprender a dialogar, practicar la empatía, afirmar la búsqueda de libertad y generar pensamiento crítico entre otras cosas. Y, por si fuera poco, mejora nuestra salud porque está científicamente comprobado que leer reduce la ansiedad, mejora la calidad del sueño y aumenta el bienestar espiritual.
Pero para qué queremos eso si lo que se busca ahora es tener y no ser. Así pues, los índices de lectura bajan, mientras los influencers aumentan seguidores y ganancias. Porque muchas veces lo peor de estos famosos, igualmente tratados como oráculos, es lo que dicen entre líneas. Porque la famosa María dijo sin decir: no necesitas leer para tener éxito, para ser rica y famosa. Y como esa es la aspiración de muchos hoy, pues haciendo caso a María dirán: para qué leer, si podemos ganar más siendo ignaros.
Ay, porque en este mundo alrevesado, vemos “influencers” hablando y pontificando acerca de la lectura, incluso algunos como protagonistas en ferias y festivales de libros, presentados como ejemplos para los jóvenes. Luego entonces el mensaje parece orientarse más al “culto a la ignorancia”, como diría Asimov y no hacia el humanismo ni la generación de conocimiento. Y nada hay más terrible que una ignorancia activa, diría Goethe. Ni hablar.
(LG/AM)