En México, con todo y las deficiencias que conocemos, la salud es un derecho social. Millones de trabajadores y sus familias cuentan con la atención del IMSS, ISSSTE, hospitales de Pemex y sistemas estatales de salud. Se trata de instituciones que han sido construidas con el esfuerzo de generaciones, como conquistas sociales que garantizan que nadie tenga que escoger entre salvar su vida o perder su patrimonio.
En contraste, en Estados Unidos la salud no es un derecho, es un negocio. Allá, la primera pregunta en un hospital no es “¿qué le duele?”, sino “¿qué seguro trae?”. Quien no tiene póliza queda fuera. Y aún quien la tiene, descubre que su cobertura es limitada y que cualquier enfermedad grave puede arruinar a una familia de por vida. Las aseguradoras dictan quién vive y quién muere, según lo que diga un contrato, no un médico.
Nos han vendido por décadas el mito de que el sistema estadounidense es “el mejor del mundo”. Lo cierto es que es el más caro, el más desigual y el más inhumano. Detrás de esa propaganda hay corporaciones multimillonarias que lucran con la enfermedad de millones de personas.
En México no debemos caer en esa trampa. Es cierto, nuestros hospitales enfrentan carencias; pero aun con esas limitaciones, aquí se salva a millones de personas todos los días sin preguntarles si traen tarjeta de crédito. Esa es la diferencia de fondo: para nosotros, la salud es un derecho; para ellos, un negocio.
Por eso, la defensa del sistema público de salud no es solo un tema administrativo, es una causa social. Si caemos en la charlatanería del discurso neoliberal que busca alejarnos del sistema social de salud y permitimos en un futuro se privatice, si cedemos ante el discurso de que “lo privado es más eficiente”, entonces estaremos entregando la vida de los mexicanos al mercado, y ya sabemos lo que eso significa: exclusión, desigualdad y muerte.
México debe fortalecer su sistema público, hacerlo más digno, más humano y más justo. Porque la salud no se vende, no se negocia y no se limita a una póliza: la salud se garantiza, se protege y se defiende.