Este es el tiempo de vivir, el único.
Jaime Sabines
Vivimos entre la memoria y el olvido. Caminamos por la vida apenas sin darnos cuenta de las cosas esenciales, de lo que nos hace vivir. Pienso en ello con el sol del casi otoño entrando por mi ventana. Afuera los pájaros cantan en sus infinitos trinos y se posan sobre las flores blancas multiplicadas después de la suave lluvia. Las veo en su natural esplendor y pienso en aquella cita bíblica: ni Salomón se vistió como una de ellas. Otro septiembre y agradezco todo lo bello y lo bueno que me rodea, incluidas las espinas, porque llega una edad en la cual uno reconoce que nadie escapa al dolor, pero también eso te puede hacer crecer, aprender.
Otra vuelta en mi calendario y me asomo al cajón de la memoria para encontrar la imagen de mi añorado padre mirándome pasar en el desfile del kínder, esperando para darme sus sorpresas de cumpleaños. Y ahí también mi amada madre, quien además organizaba el festejo incluyendo delicioso pastel en forma y colores de la bandera nacional preparado por la tía Maruca. Siempre he pensado en el significado de nacer en el cumpleaños de la patria, la llegada al mundo entre el redoble de los tambores en la mañana de la independencia. Y luego llamarse Libertad. Después de mucho pensarlo creo como Carlos Fuentes que no hay libertad sino búsqueda de libertad y esa búsqueda nos hace libres. Origen es destino, dicen. ¿Será por eso el amor tan profundo por este país solar, por esta tierra fascinante, por esta suave patria que “inaccesible al deshonor florece”?
Otro septiembre y las noticias en los medios fluyen como rayos, dejando muchas de ellas hondos chispazos de dolor en la patria. El fatal accidente de una pipa en Iztapalapa hace días causó una conmoción profunda. Las escenas dantescas de docenas de personas corriendo entre pavorosas nubes de gas en el Puente de la Concordia, duelen en el alma. Cada pérdida, cada herida, cada trauma después del accidente son para siempre. Quienes padecen no olvidan. Detrás de la noticia en las pantallas, están las historias. Nadie puede ser indiferente, nadie está exento, ni siquiera quienes se cuentan entre los responsables, porque detrás de la tragedia hay algo más que mala suerte. Con todo, la concordia también se ha hecho presente haciendo honor al nombre del puente. Muchos llegaron apoyando a las víctimas, entregando el corazón en otro septiembre trágico, como el de los huracanes o los de los catastróficos temblores de muy triste memoria,
Y luego están las notas que cimbran este patriótico septiembre con detenciones de nefastos personajes, alguna vez prominentes funcionarios. Lo más alto cae diría mi abuelo. Un recordatorio para muchos quienes creyéndose eternos en el poder, han vivido “de la política” y no “para la política”, como decía Max Weber. Y nada: el edén sexenal acaba. Como todo. Pero la “hybris” (soberbia) obnubila la mente y algunos llegan a creerse inmortales. Luego viene el lloro y el crujir de dientes, para decirlo a la manera bíblica. Ejemplos sobran. Por fortuna no todo es desgracia y corrupción. En nuestra ciudad la madre sierra nos abraza con sus tonos infinitos de verde esperanza mientras las madres corren a la escuela con sus hijos vestidos de los patrios colores. Tal vez entre sus prisas no lo perciban, pero ellas también son heroínas, también construyen patria en ese cotidiano esfuerzo formando a las generaciones del futuro. Veo a esos niños y niñas y pienso que entre ellos están quienes trabajarán en la resolución de nuestros problemas. Ojalá sean honestos, ojalá no se pierdan tras el oropel, ojalá amen lo bastante a este país para no hacerle daño.
Otro septiembre y un orgullo muy grande siento al ver a una mujer con la banda tricolor al pecho dando el grito por vez primera en el balcón de la sede del poder ejecutivo nacional. Lo he dicho ya: nunca creí vivir para contarla. Nací y crecí en un país machista, en una nación todavía plagada de misoginia. Por eso valoro tanto ver a una mujer en ese balcón donde por tantos años gritaron los hombres. No es perfecta, nadie lo es. Pero tiene todo para hacerlo mejor que muchos. Lo está demostrando. Y no es nada fácil, muchas piedras en el camino encuentran cada día, pero no la alcanzan, porque ella está empeñada en edificar patria, esta gran casa en la cual vivimos todos y todos debemos mantener en pie.
Otra vuelta al sol. Detengo el paso para reconocer las muchas bendiciones recibidas a través de los años. Mi amada familia toda y sus brazos siempre extendidos para sostenerme. Los libros, el arte y las flores que me reafirman las ganas de ser, hacer y vivir. Mis amigos, mis maestros, mi prójimo. Es septiembre y hace unos días, en un pasillo de la facultad, una de mis estudiantes me dijo una frase que nunca olvidaré respecto a mi práctica docente. Ella no lo sabe, pero con esas palabras iluminó mi día, mi mes, mi vida. Y pienso; nunca sabemos cómo, ni cuándo tocamos la vida de los otros a través de las palabras.
Otro 16 de septiembre y me doy cuenta que el tiempo es lo más valioso, nadie lo puede detener, pero es más que el oro, pues en ese incomprensible transcurrir está la vida. No obstante lo perdemos en naderías, se nos van los días sin atender lo esencial. Sólo se vive una vez, no podemos olvidarlo. Amar, abrazar, agradecer, sembrar, aprender, disfrutar. Mantener la capacidad de ver la belleza decía Kafka. Nunca dejar de tener sueños decía García Márquez. Hacer de cada amanecer un nuevo comienzo. Pese a todo. No somos algoritmos, somos seres pensantes y sintientes. Y este es el tiempo de vivir, el único.
(LG/AM)