El poder no corrompe. El miedo corrompe, tal vez el miedo a perder el poder
John Steinbeck
Dicen que el rostro refleja el alma de la gente. Así parecía hace unos días el semblante de Nicolás, camino hacia la cárcel. Un rictus sombrío, las comisuras de la boca caídas, barba de varios días y una mirada de azul opaco, lejana al brillo del otrora seductor de tierras galas. El vivo retrato de un alma rota. El primer mandatario de la V República en pisar una prisión, un hecho histórico sin duda. De la mano de Carla, su bella esposa, cantante y modelo, las imágenes manifiestan la cara oscura en la moneda del poder. Ambos vestidos en tonos negros y grises, caminaron compungidos, cual María Antonieta al cadalso, a cumplir la condena del político: cinco años de cárcel por conspiración criminal en la financiación irregular de su campaña a la presidencia de Francia.
Algunos dicen que saldrá pronto del encierro, que la pareja finge el dolor en la mirada. Vaya usted a saber. Nicolás alega inocencia, se dice un “perseguido político”, víctima de una venganza de sus adversarios. Carla publica vídeos en redes cantándole dulcemente desde casa. La vida de Nicolás ha sido como una novela televisiva. Entró muy joven a la política inaugurando un estilo propio, combativo, entendiendo la necesidad de posicionarse mediáticamente y presumiendo ser “un bastardo”, un hombre sin padrinos, distante de las élites. Así fue construyendo una carrera ascendente: alcalde, ministro del presupuesto y del exterior y presidente de la nación en 2007.
De ideología conservadora, abogado de profesión, polémico y polemista, Nicolás llegó al Palacio del Elíseo con un discurso atrayente y altas expectativas de sus seguidores. Y como muchos de los mandatarios franceses, protagonizando líos amorosos: casamientos, un divorcio sonado en pleno mandato presidencial y luego un romance altamente mediático que terminó en matrimonio con Carla en el año 2008. Un enlace por el cual nadie apostaba largo aliento, pero la famosa cantante fungió como “primera dama” y siguió a su lado hasta hoy, cuando su esposo se enfrenta a la peor crisis de su vida. Atrás han quedado las glamorosas cenas de palacio, los paseos en yate y las muchas fotos juntos en las portadas de la prensa del corazón como pareja presidencial.
Pero más allá del glamour francés, están los presuntos delitos de Nicolás. Un hombre ambicioso, “amante del lujo”, según los analistas, quien ejerció un gobierno de claroscuros, ahora muy debatido con su llegada a prisión. Tal vez afectado por el afán de lucro que a tantos pudre, diría Nuccio Ordine. Fascinado por el poder, el dinero y las alianzas con millonarios, cuando presidente parecía invencible, pero los señalamientos de corrupción y tráfico de influencias le hicieron perder las elecciones en 2012 frente al socialista Hollande. Al dejar el cargo, se ha visto involucrado en escandalosos juicios por corrupción. Luego vinieron más derrotas electorales. Con todo, Nicolás no había perdido influencia, pues mucho se dice que en todos estos años, su oficina seguía frecuentemente visitada por toda clase de personajes, e incluso ha sido consejero del actual presidente Macron, quien se reunió con él antes de su ingreso a la cárcel. Pero nada lo libró de la sentencia y de la vergüenza al ser despojado de la Legión de Honor, máxima condecoración de Francia. Confinado en aislamiento desde hace días en la cárcel de La Santé, cerca de París, el ex mandatario sigue diciéndose inocente, entre tanto el país galo se enciende con los debates acerca de su encarcelamiento.
Y mientras la discusión sube de tono entre seguidores y detractores del encarcelado Nicolás, en la misma Francia, un inconcebible atraco al museo de Louvre llena los titulares en el mundo. El robo del siglo, le han bautizado ya. Ejecutado en minutos, a plena luz del día y con una “maestría” pocas veces vista, el precio del botín se dice “inconmensurable”. Un solo collar tiene más de 1100 diamantes y luego está el nombre de Napoleón vinculado a las tiaras, diademas y pendientes de zafiros, esmeraldas y perlas de enorme cuantía. La grandeza de la culta República Francesa vulnerada por el robo de las joyas de la corona dicen algunos, mientras que otros celebran no hayan sido magistrales obras de arte las robadas. El gobierno prometió dar con los ladrones, incluso ya se menciona la captura de dos de ellos, encontrados por las huellas de su ADN. Las joyas siguen desaparecidas.
En suma, los franceses están en ebullición por diversos motivos y crisis. No sé lo suficiente de la política francesa para hacer juicios y no tengo idea cómo acabará el caso del impactante robo al Louvre y la condena por corrupción de Nicolás. Pero todo este rebumbio, nos hace pensar en tantos políticos y funcionarios en diversos países, incluido el nuestro, quienes fascinados con el poder y las influencias, sucumben en las redes de la codicia corrompiendo hasta su alma, olvidando que nada es para siempre e incluso reyes y emperadores con toda su prosapia han terminado sin cabeza. Bueno, hasta en el Olimpo hubo titánicos dioses expulsados.
Mucha tinta correrá todavía de los casos mencionados y de los numerosos ejemplos que vemos todos los días en la prensa nacional e internacional. El dinero sucio cual jinete del Apocalipsis, el desmedido afán de lucro y la frivolidad que como la pus van pudriendo a una clase política cada vez más deshumanizada. Y aunque pareciera no hay motivos para la esperanza, el vuelo otoñal de las mariposas sigue su curso. Son pocas todavía, pero suficientes para celebrar la vida.








