Este primero de octubre se consolidó la restauración de la república y se recuperan las raíces más profundas de la esencia del pueblo mexicano. La Cuarta Transformación de la vida pública de México está inmersa en la historia luminosa de esta nación que, una vez más, ha marcado el rumbo en el proceso de hacer de este planeta un mejor lugar para vivir y trabajar, aportando cada quien lo mejor de sí mismo para contribuir al bien común.
Voces tenebrosas han querido pintar la restauración del mandato popular como una ocurrencia del gran guía, Andrés Manuel López Obrador y de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo; nada más alejado de la realidad que hoy permite a México y a los mexicanos cantar de nuevo a la libertad, la justicia y la paz, porque, como dijo el expresidente en una de las entrevistas que le hice, viajando de Tampico a Cd. Valles: La paz, es fruto de la justicia.
Profesionales del Derecho, que había pasado por personas ilustradas, despotrican por el paso notable que ha dado el país con la elección de los miembros del Poder Judicial. Su ignorancia es tal que, siendo leguleyos no han entendido la esencia del Artículo 39 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, cuya naturaleza viene desde la Guerra de Independencia y se nutre del pensamiento de Hidalgo, Morelos y Guadalupe Victoria.
El Padre de la Patria nos dio libertad, el Siervo de la Nación nos dio patria y el primer presidente instauró la República federal, representativa y popular. Así se configuró el Art. 39, que dice: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público emana del pueblo y se instituye para su beneficio. El pueblo tiene el derecho inalienable de alterar o modificar la forma de su gobierno”.
Este se complementa con el Artículo 40: “Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica y federal, compuesta por Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior, y por la Ciudad de México, unidos en una federación establecida según los principios de esta ley fundamental.
El pueblo de México, bajo ninguna circunstancia, aceptará intervenciones, intromisiones o cualquier otro acto desde el extranjero, que sea lesivo de la integridad, independencia y soberanía de la Nación, tales como golpes de Estado, injerencias en elecciones o la violación del territorio mexicano, sea ésta por tierra, agua, mar o espacio aéreo”.
Por todo ello, es motivo de fiesta y de gran satisfacción que México haya sido el país que dio el primer paso para consolidar los principios de la democracia venida de la Grecia antigua, el Renacimiento y la Ilustración. Hoy, como en la Revolución francesa, rigen los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad, que resumen cabalmente los derechos del pueblo contra la opresión, el abuso y por la unidad nacional bajo el apotegma juarista.
(FC/AM)