En las últimas semanas y meses, el riesgo de una invasión militar estadounidense a Venezuela parece cada vez más inminente. Trump aumenta visiblemente la presencia militar cerca de esa nación sudamericana después de que el Departamento de Guerra decidiera perpetrar varios ataques a pequeñas embarcaciones venezolanas. Todo ello, con el pretexto de que transportaban droga hacia Estados Unidos en plena lucha contra lo que se decidió denominar ahí “narcoterrorismo”. En dichos ataques han resultado muertas más de 20 personas, sin que el gobierno estadounidense presentara evidencia del daño que la supuesta carga causaría su país y sus ciudadanos. No sabemos el desenlace final, pero todo indica que Trump podría dar la orden de invadir Venezuela muy pronto. Hay fuerzas contundentes dentro y fuera del país que parecen alinearse para que ello suceda. Y si se da, esto podría pasar en muy poco tiempo.
En una especie de operación psicológica, el Premio Nobel de la Paz otorgado este año, parece augurar, irónicamente, una intervención militar. Dicha acción—avalada ya por parte de la comunidad internacional aparentemente y, por supuesto, por muchos venezolanos que ya no pueden más—intentaría imprimir a este proceso potencialmente tortuoso, algo de legitimidad. No obstante, los pésimos resultados del gobierno de Nicolás Maduro en todo sentido y el éxodo causado por la miseria y el hambre en Venezuela, el chavismo ha resultado ser más que resistente y “resiliente”. Sin embargo, parece ser que los días del régimen que ha gobernado este país por todo lo que va del siglo están contados. La nación con las reservas de petróleo más grandes del mundo se ha mantenido fuera de la órbita de Washington ya por mucho tiempo. Trump intentó cambiar las cosas en su primer gobierno, pero no tuvo suerte; ahora, parece determinado a que la nueva situación potencial le favorezca.
No sabemos cuál será el desenlace en una era en la que la antes potencia hegemónica va perdiendo mucho terreno frente a otras potencias que también podrían tener interés en mantener un control sobre Venezuela y su petróleo. Así, en un momento complicado para Estados Unidos ante el gran avance de China, podría esta nación aferrarse a la Doctrina Monroe que establece que “América” debe ser “para los americanos.” Y cómo están las cosas, parece ser que, en el caso de Venezuela, el cambio de régimen será efectivamente impuesto por Estados Unidos; ello podría suceder en muy poco tiempo. No importa, además, que la excusa del narcoterrorismo y la supuesta lucha contra la epidemia de fentanilo ya no hagan sentido. En un mundo multipolar en el que cada vez pierde más terreno Estados Unidos, retomar el control de Venezuela y sus recursos, tratar a Canadá como estado y hacer de México el muro y su frontera sur con el resto del mundo, no parecen ser meramente ocurrencias de un jocoso presidente. La toma de Groenlandia y el Canal de Panamá podrían también materializarse eventualmente.
En un texto de opinión se puede especular, y aunque el resultado final no se puede anticipar, la pronta salida de Nicolás Maduro del gobierno de Venezuela parecería inminente. Además de la intervención militar en ese país, el bombardeo con drones en México para supuestamente acabar con los cárteles podría convertirse en realidad en poco tiempo. No importa que esta guerra contra los cárteles (y el denominado narcoterrorismo) declarada informalmente por Estados Unidos no acabará de ninguna forma con la epidemia de fentanilo en aquella nación. Ante el auge de China y su avance tan importante en el continente, se trataría de asegurar el control total sobre territorios estratégicos en las Américas. También es preciso pensar en los recursos naturales estratégicos en nuestro continente, incluyendo, entre otros, gas, petróleo, agua, oro, litio, tierras raras y otros minerales estratégicos. La guerra de Estados Unidos no parece ser contra la epidemia de adicciones a las drogas, más bien, la estrategia antinarcóticos y la lucha antiterrorismo serían armas de geoestrategia y geopolítica, como siempre.