En verdad, en verdad les digo: no hay nada más poderoso en el mundo que una mujer. Por eso nos persiguen.
Gioconda Belli
Su nombre es Luz María y solía decir que la vida no le había tratado nada bien. Perdió trágicamente a su único hijo hace unos años, después su marido la abandonó y para añadir sus desventuras fue diagnosticada con una enfermedad de pronóstico reservado. Frente a tan triste panorama, un día optó por la vida e inició una organización de promoción literaria con niños marginados que ahora tiene cientos de participantes. Despidió la depresión y enfocó todas sus energías en esos niños quienes a través de la lectura han ido transformando sus vidas, mientras Luz María se siente cada vez más feliz.
Pienso en Luz María y en la infinita luz de tantas mujeres que como ella han apostado por una causa común. Mujeres decididas a buscar la transformación de su colectividad a través de acciones trascendentes. Algunas dijeron adiós a las amarguras, otras a las comodidades y otras más a la apatía y emprendieron nuevos caminos pensando en los demás. Ejemplos hay muchos, mujeres casi desconocidas pero valerosas y mujeres que, en medio de ambientes hostiles, han ganado renombre por sus acciones. Amalia González Caballero es un buen ejemplo. Nacida en un octubre como este, pero de 1898 en Jiménez Tamaulipas, Amalia desde niña adquirió conciencia social en medio de los dolores de la lucha armada y fue forjando su carácter y el espíritu solidario para convertirse en la política tamaulipeca con más trascendencia en nuestra historia.
Además de sus enormes aportes al mundo público en todo México, Amalia fue poeta, dramaturga, ensayista, novelista, diplomática; su contribución al quehacer cultural nacional es incuestionable. Creadora del Teatro de Masas, fundadora de museos nacionales entre los que destacan el Museo Nacional de Antropología, el Museo de Arte Moderno, el Museo de Historia Natural, el Museo de la Revolución, el Museo del Virreinato y más de tres mil bibliotecas entre muchos otros recintos que son muestra de la imborrable huella de Amalia en la vida nacional. Creadora de sindicatos, asociaciones cívicas, ligas femeninas que agruparon a miles de mujeres, funcionaria excepcional, tal vez uno de sus aportes más trascendentes fue el de haber participado activamente con el grupo de mujeres que consiguieron el voto femenino, declarado precisamente el 17 de octubre de 1953.
Y con los vientos de octubre, también resuena otra vez el nombre de una joven mujer extraordinaria. Nació muy lejos de nosotros, bajo la luna de Paquistán, pero su ejemplo ha trascendido fronteras y su lucha por la educación es ya un emblema de muchísima gente. Menudita pero con ojos enormes de mirada profunda, Malala nunca se ha vencido frente a la terrible adversidad que ha padecido. Perseguida y atacada brutalmente por los talibanes con una bala que entró por su ojo izquierdo, Malala superó un coma inducido y ha requerido muchas terapias para seguir dando la batalla iniciada cuando apenas tenía diez años. En un ambiente donde hasta cantar está prohibido, la educación para las mujeres está negada y el miedo es lo más cotidiano; Malala sigue en pie de lucha.
Galardonada con el Nobel de la Paz en 2014, oradora en la ONU, reconocida con premios importantes, recibida por grandes personalidades; a Malala Yousafzai la fama no le ha cambiado su dulzura, su tenacidad, su objetivo por la defensa de la educación para las niñas. Y aunque hace años, precisamente en octubre, los cirujanos luchaban por salvarle la vida, no se arredró y sigue luchando como ícono mundial de los derechos a la educación y la paz. Su batalla actual se ha centrado contra la guerra en Gaza, donde ha denunciado la destrucción del sistema educativo con más del 90 por ciento de las escuelas bombardeadas. Así de grande es el ejemplo de esta valiente joven que, frente a las balas, la persecución y las injurias, sigue practicando la misericordia y la paz.
Octubre es además como bien sabemos, un mes dedicado a la lucha contra el cáncer. Una batalla cotidiana en miles de mujeres, que debe ser también una tarea de toda la sociedad. La salud de las mujeres es garante de la sobrevivencia humana. En fin, octubre tiene, además del brillo en sus bellísimas lunas, la potente luz de las mujeres, la incontenible fuerza femenina. Ejemplos vivos en millones de mujeres valerosas y no sólo las reconocidas, pues también están aquellas que no necesitan puestos, fama ni titulares para construir y trascender. Mujeres, siempre mujeres. En la casa, en la oficina, en la escuela, en la política, en todas partes. Las mujeres que más allá de premios y celebraciones, van tejiendo las redes que están transformando al mundo. Tenía razón Norberto Bobbio, la gran revolución de nuestro tiempo es la silenciosa revolución femenina. Una lucha inacabada. Una batalla que se libra todos los días con razón y corazón.
(LG/AM)