Hay verdades que duelen, pero se tienen que decir: la derecha mexicana nos cree tontos. Cree que puede venir a decirnos que “ellos son los buenos”, que son la salvación del país, cuando fueron precisamente ellos quienes lo hundieron. Quieren venderse como ovejas mansas, cuando todos sabemos que son lobos hambrientos, desesperados por recuperar el botín que perdieron.
Durante décadas nos gobernó esa élite que ahora se indigna por todo:
Los que normalizaron la violencia, los gasolinazos, los salarios de hambre, el saqueo institucionalizado y la corrupción en cada rincón del Estado. Ellos sí dejaron al país arrodillado, y ahora pretenden dar lecciones de moral pública.
El cinismo es su especialidad.
Pero México despertó.
Y con la Cuarta Transformación, el poder regresó al único lugar al que siempre debió pertenecer: al pueblo real. No al pueblo inventado por granjas de bots y estrategas de marketing político; no a la clase media ficticia que existe solo en editoriales pagadas; no a los opinadores que reciben línea de ciertas televisoras.
Hablamos del pueblo de verdad:
El que madruga, el que sostiene al país, el que envejeció sin apoyo, el que educa a sus hijos, el que trabaja en silencio.
Ese pueblo al que antes solo se buscaba en campaña, hoy es atendido de manera permanente.
Porque los programas sociales ya no son limosnas electorales: son derechos.
Y eso, para la derecha, es imperdonable.
Por eso mienten.
Por eso gritan “dictadura”.
Por eso inventan una “narcodictadura”.
Por eso intentan sembrar miedo desde medios de desinformación masiva como los de siempre.
Lo hacen porque sus privilegios se acabaron.
Lo hacen porque ya no pueden saquear lo que en verdad nunca fue suyo.
Lo hacen porque saben que un México más justo los deja sin negocio.
Y lo más grave: muchas de esas narrativas ni siquiera nacen aquí. Vienen de agencias extranjeras y del gobierno de Estados Unidos, porque les incomoda un México que ya no se subordina, un México que ya no pide permiso, un México que ya no se arrodilla ante ningún imperio.
El PRIAN sí besaba la mano del gringo.
Y hoy la derecha quiere regresar a ese sometimiento.
Basta pensar qué sería de este país si AMLO nunca hubiera llegado:
Seguiríamos con los sueldos de miseria, sin pensión universal, sin Sembrando Vida, sin aumento al salario mínimo, sin apoyo a jóvenes, sin soberanía, sin dignidad.
Ese es el México que quieren de regreso los oligarcas. El México donde el pueblo está callado y ellos cuentan el dinero.
Pero no.
México cambió.
México renació.
Hoy el país se construye y se defiende desde abajo.
En los barrios, en las escuelas, en el trabajo, en la calle, donde el pueblo se hace escuchar con firmeza y de manera pacífica.
Porque nuestra lucha nunca fue violenta; la violencia siempre vino de los que hoy se rasgan las vestiduras.
La derecha quiere vernos la cara.
Quiere convencerte de que son ovejas mansas, inocentes, preocupadas “por México”, cuando su historial es un expediente entero de abusos, saqueos y mentiras.
Quieren que olvidemos quiénes son, y que creamos que ellos son la solución.
Pero el lobo no deja de ser lobo solo porque se ponga lana encima.
México renace no porque una élite lo decidió, sino porque un pueblo al fin fue reconocido. Un pueblo que sabe quién lo traicionó y quién lo dignificó.
Y mientras el pueblo siga despierto, organizado y consciente, ese renacer no tendrá marcha atrás.
