Durante más de tres décadas, el neoliberalismo impuso una visión de la salud como mercancía. Bajo la promesa de eficiencia, los gobiernos recortaron presupuestos, subrogaron servicios, precarizaron al personal y permitieron que los intereses privados dictaran el rumbo de la política sanitaria. En México, esta lógica dejó consecuencias graves: clínicas abandonadas, hospitales colapsados, médicos sin insumos y millones de personas sin acceso real a atención médica.
El Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), creado para proteger los derechos de las y los servidores públicos, fue uno de los más afectados por este modelo. Lo que debía ser un sistema digno, eficiente y humano, se convirtió en muchos casos en un aparato burocrático limitado por la corrupción, la ineficiencia heredada y el olvido presupuestal.
Sin embargo, con la Cuarta Transformación, el rumbo comenzó a cambiar. Hoy, bajo una visión humanista y con una voluntad política firme, se ha asumido el compromiso de recuperar el derecho a la salud como un pilar de justicia social. El ISSSTE forma parte central de esta reconstrucción.
Desde 2018, el gobierno federal ha incrementado la inversión en infraestructura hospitalaria del ISSSTE, rehabilitando clínicas, modernizando equipamiento, y sobre todo, impulsando la basificación del personal médico y administrativo, quienes durante años trabajaron bajo esquemas precarios. En 2024 se anunció la regularización de más de 8 mil trabajadores eventuales y se continúa con ese proceso en 2025. Porque no puede haber salud digna sin condiciones laborales dignas para quienes la brindan.
Además, se ha mejorado el abasto de medicamentos, combatiendo de raíz la corrupción que impedía su distribución eficiente. En lugar de privilegiar contratos con intermediarios, se apuesta por la transparencia y la planeación estratégica. Gracias a estas acciones, el ISSSTE ha logrado reducir significativamente el desabasto, especialmente en medicamentos crónicos, oncológicos y de alta especialidad.
Esta recuperación no es improvisada. Responde a una visión clara: el Estado no puede renunciar a su deber de cuidar al pueblo. En el caso del ISSSTE, esto implica atender con dignidad a jubilados, pensionados, maestras, trabajadores del sector público y sus familias. Implica fortalecer las prestaciones sociales, culturales y económicas que forman parte del modelo integral del Instituto, más allá de la atención médica. Porque la salud no solo se cura en hospitales: también se construye con vivienda, cultura, recreación y comunidad.
Sabemos que la resistencia neoliberal sigue presente. Hay quienes apuestan al fracaso del sector público porque lo ven como un obstáculo para sus negocios. Pero millones de personas confían en que el ISSSTE puede y debe ser un referente de servicio digno, gratuito y de calidad. Esa confianza no puede ni debe ser traicionada.
La salud en México no volverá a ser rehén del mercado. En la Cuarta Transformación, hemos decidido defenderla como lo que es: un derecho humano irrenunciable. Lo que se ha logrado es apenas el principio. Pero cada clínica rehabilitada, cada receta surtida, cada consulta otorgada sin costo ni discriminación, es una victoria frente al modelo que quiso convertir el bienestar en un lujo.
Hoy, más que nunca, resistir al neoliberalismo es cuidar la vida. Y desde el ISSSTE, lo estamos haciendo.
(TS/AM)