El exgobernador panista, Francisco Javier García Cabeza de Vaca, ha entrado en un tobogán que lo llevará a pagar caro sus muchas y muy variadas culpas. Pudo haber aprovechado las oportunidades que se le dieron para atenuar la batalla y salir bien librados él y la gente que le acompañó en el más escandaloso latrocinio que sufrieron Tamaulipas y los tamaulipecos; pero, su megalomanía, su enorme soberbia, lo condujeron al punto de no retorno.
Ahora, cuando le llega la lumbre a los aparejos, se dice víctima y perseguido político. No es una cosa ni la otra. Víctima fueron los niños que sufrieron los estragos en el sistema educativo, las mujeres que dejaron de recibir atención médica en el sistema de salud, las personas que fueron despojadas de sus bienes y hasta de su dignidad por lo atropellos de una pandilla de facinerosos incrustada en la procuración y administración de justicia.
Lo de perseguido político cae por su propio peso. Un perseguido político es un hombre de ideas y de ideales, cosa que Cabeza de Vaca no tiene. Su paso por la política en diversos cargos, en los que logró amasar una colosal fortuna, demuestra que no tiene ideas, sino ambiciones; ni ideales sino astucia para los negocios ilícitos. No puede, entonces, colocarse en la misma tesitura de hombres como Madero, Flores Magón, Cárdenas o López Obrador.
Su catadura moral, o más bien dicho inmoral, quedó de manifiesto cuando algunos de los compañeros en el saqueo del erario público municipal, estatal y federal acudieron a él para pedir ayuda y su respuesta fue “que, no hiciste ahorros para pagar un buen abogado”. No ha movido un sólo dedo para tratar de socorrer a sus cómplices, los ha dejado en el más absoluto abandono y eso, lógicamente, habrá de revertirse contra su persona.
En varias ocasiones, siguiendo la lógica de que vale más un mal arreglo que un buen pleito, tuvo la oportunidad de bajar su perfil y acomodarse en algún resquicio del entramado oficial; pero, su enorme soberbia se lo impidió. En los tiempos del pripanismo todas sus fechorías estaban blindadas, él mismo se atrincheró en la residencia oficial con una cerrada protección de sus guardaespaldas oficiales; pero, con el cambio y la llegada de la 4T, eso varió radicalmente.
No lo supo entender, no lo quiso ver, cegado por la nube de arrogancia; ahora se enfrenta al aparato de la justicia y, en lugar de asumir el timón para defenderse a sí mismo y su pandilla, ha optado por la falacia de asumirse acosado. No ha tenido la dignidad de enfrentar con firmeza una defensa clara, con la ley en la mano, quizá porque sabe que no tiene ya la protección que antaño lo cobijó en el tiempo en que todos eran ladrones.
Para su propio mal, ha entrado en una etapa de obnubilación mental, que lo ha llevado a la histeria histriónica, con un semblante desencajado, la voz alterada y el gesto de pánico. Sabe que pronto estará frente a la justicia y que todo está en su contra. Las pruebas del saqueo son abrumadoras, tanto como el pago de facturas sin orden de compra, como el uso discrecional de los recursos públicos y la protección a la delincuencia organizada de la cual forma parte.
Además de las pruebas, quien lo dijera, juegan en su contra las declaraciones de sus familiares y subordinados a los que no quiso ayudar cuando eran investigados. Muchos de ellos habrán de llegar a un arreglo para atenuar sus propias condenas a cambio de señalar los modos en que se defraudó al erario público y acaso el rumbo que seguían los fondos para ir a parar a los paraísos fiscales en países que lavan dinero sucio.
Tan fuera de sus casillas están Cabeza de Vaca, que cuestiona el hecho de que la Fiscalía General de la República solicite a la Suprema Corte de Justicia de la Nación que atraiga el caso para darle continuidad, señalando que el quebranto a los fondos de Tamaulipas no es un asunto que atañe a la federación. Tan ridículo y pueril es el argumento que cae solito, toda vez que los fondos sustraídos al sistema de salud y de educación, son recursos de participación federal.
Ya no será juzgado en Tamaulipas, donde sigue el más robusto de sus achichincles haciendo de las suyas; sino, en la Suprema Corte, que ya fue debidamente saneada para que los mexicanos tengan una justicia justa. Así que, ¡ni pa´onde!
(FC/AM)