
Alfonso Reyes escribió: “Sólo la cultura política puede precavernos. Pero abogar hoy en día por una cultura política tanto vale como proponer un voto por la izquierda. Querer abarcar a todos en la obligación y el disfrute de la cosa pública –privilegio, hasta ayer, de grupos limitados– es tirar la manta hacia la izquierda. ¡Que ella pueda cubrirnos a todos y no desamparar a nadie! Los espíritus conservadores han de convencerse de que no les queda más salida que irse convenciendo de las novedades de que el tiempo viene cargado. La cultura quiere alumbrar por igual a todos los hombres –y este todoslos-hombres lleva en sí el postulado político”.
El empresario tramposo, defraudador, embustero, ignorante y copión que es Ricardo Salinas Pliego llama “zurdos de mierda” a los militantes y funcionarios de la fuerza política identificada históricamente como de izquierda, imitando al presidente argentino de inclinaciones perrunas, Javier Milei.
¿Quiénes han sido, en todo caso, esos zurdos denostados en el vocabulario coprófono de Milei, Salinas y otros en la historia de México? Nada menos que los Padres de la Patria, los constituyentes más lúcidos de la Constitución de 1824, los hombres de la Reforma, así como los protagonistas de los cambios profundos que experimentaría el país con el movimiento armado de 1910-1917. De izquierda ha sido y es, a pesar de sus insuficiencias, ausencias e incluso desvíos –corregibles unos, quizá irremediables otros–, el gobierno de México bajo la conducción de Andrés Manuel López Obrador, seguido –un hecho ejemplar– del de Claudia Sheinbaum Pardo. La prueba de su definición ideológica es la de cualquier grupo o partido político: si son atacados por la derecha nacional y la de Estados Unidos es porque son de izquierda.
Los políticos, luchadores sociales e intelectuales y artistas de mayor estatura han sido de izquierda, bien que se haya llamado así o no a la fuerza desde la cual comprometieron sus esfuerzos, riesgos y vidas a lo largo de nuestra historia. Habrá incluso individuos cuya praxis sea de izquierda y que no se asuman como pertenecientes a sus filas. Pero los que se han asumido conscientemente como tales han dado a la nación sus referentes, contornos y significados culturales más definidos. De hecho, la identidad nacional se cifra en su legado y en ellos reconocemos a nuestras figuras tutelares. Figuras a las que la derecha ha repudiado, perseguido, encarcelado, asesinado a nombre propio y de los individuos y familias más privilegiados en México.
En sus iniciativas y estrategias, los insurgentes y quienes consumaron la Independencia lucharon por abolir la colonia, la esclavitud, la discriminación racial, la tortura, los tributos, las gabelas. Lucharon contra el despotismo imperial de Europa y el de México. Sentaron, igualmente, las bases democráticas, republicanas, populares y federales del orden constitucional del país. Se adelantaron más de un siglo a la reforma agraria que cobró cuerpo en las reformas entre 1917 y 1940, y a cerrar la enorme brecha entre la pobreza y la riqueza.
Los hombres que integraron la brillante generación de la Reforma reafirmaron el régimen republicano, la libertad y la soberanía del episodio independentista, en su lucha contra los conservadores vendepatrias, las fuerzas invasoras de Francia y la intolerancia religiosa de la Iglesia católica.
Los revolucionarios de 1910-1917 derrotaron dos dictaduras –la de Díaz y la de Huerta– y tras una violenta lucha por el poder, crearon una nueva institucionalidad que rescató de la sumisión, la gleba y el abuso patronal a los trabajadores del campo y la ciudad, y en la última etapa de su movimiento nacionalizaron la industria petrolera y dotaron al Estado de una gran fuerza modeladora del México contemporáneo.
Los nombres de quienes lucharon por la justicia en el ámbito laboral (en el campo, en las comunas indígenas, en las fábricas, en la infraestructura citadina) y por la democracia y los derechos humanos a lo largo del siglo XX se inscribieron en la izquierda.
En las letras y las ciencias humanas ocurriría algo similar. Los nombres más destacados en ese doble ámbito todos han sido de izquierda.
De los nombres de periodistas se llenarían planas enteras.
La caricatura y el umbral más creativo de la fotografía y la plástica mexicanas han sido obra de las y los artistas de izquierda.
La paradoja siniestra es que la beneficiaria de los esfuerzos, sacrificios, logros y avances de la izquierda ha sido la derecha mediante golpes de Estado e intentos desestabilizadores.
Detrás de todos ellos ha estado el poder del dinero y sus detentadores. Desde el Consulado del Comercio al Consejo Coordinador Empresarial y desde La Gaceta de México hasta Reforma, Televisa y Tv Azteca, sus organizaciones y medios han cobijado a la violencia cuando su propia legalidad les ha resultado adversa.
Lo terrible es que los gobiernos, sin distinción, han sido quienes les han entregado ese poder a los empresarios más ricos en bandeja de plata. Y no sólo eso, también les han otorgado impunidad.
Con el tiempo, ellos han podido comprar candidatos, partidos, movimientos, líderes y sicarios que se volverán contra este o aquel hemisferio público del Estado (el gobierno), que no cuadre con su visión e intereses. Esto, por lo menos, hay que dejarlo claro.







